El miedo a las palabras largas tiene un nombre muy extenso: hippopotomonstrosesquippedaliofobia (irónico, sería un vocablo –además de impronunciable– imposible de usarlo frente al fóbico).
Longevo significa ‘muy anciano, de larga edad o que puede vivir mucho tiempo’, por lo que no es adecuado emplearlo en lugar de veterano para decir que alguien tiene antigüedad o experiencia en una profesión, oficio o actividad.
Así pues, no son apropiadas frases como «Friedel, portero estadounidense del Tottenham, con sus 42 años es el jugador más longevo de la Premier» o «Ferguson batió el récord de longevidad como entrenador del Manchester United».
Lo apropiado en estos casos hubiera sido: «Friedel, portero estadounidense del Tottenham, con sus 42 años es el jugador más veterano de la Premier» o «Ferguson batió el récord de permanencia como entrenador del Manchester United».
Palabras validadas
Para que una palabra sea considerada correcta ¿es necesario que esté en el diccionario? La presencia o ausencia de un vocablo en el Diccionario de la Real Academia Española ha sido el referente para darle validez a un término.En un artículo de la revista de National Geographic en español sobre los miedos patológicos (fobias o miedos irracionales compulsivos), se señala que el miedo a las palabras largas tiene un nombre muy extenso: hippopotomonstrosesquippedaliofobia (irónico, sería un vocablo –además de impronunciable– imposible de usarlo frente al fóbico).
Lo sorprendente fue comprobar ausencia de este vocablo del diccionario oficial de nuestro idioma (DRAE).
Entonces surgió la duda: ¿es correcto o no su uso?
El caso no es extraño. En la misma condición se encuentran voces como rinopatía (término genérico para referirse a cualquier problema en la nariz que requiera de la atención médica), vocablo muy común entre otorrinolaringólogos (médicos especializados en problemas en oídos, nariz y garganta); y también está la alexitimia (trastorno que consiste en la incapacidad del sujeto para verbalizar las emociones propias y, consecuentemente, la imposibilidad para comprenderlas).
Los académicos de la lengua, como cualquier científico, ahora se centran más en describir y entender su objeto de estudio; no a normarlo.
Por tanto, en virtud que el lenguaje es el instrumento para comprender la realidad (si no se verbaliza, no se conceptúa, justo como el alexitímico), entonces no solo es importante que haya la palabra que describa cualquier aspecto de la realidad: es imperativo contar con el vocablo.
Al Diccionario de autoridades, así también conocido el DRAE, es casi imposible registre todas las voces de cada ciencia.
Básicamente, incorpora el mayor número de voces usuales y las fundamentales de las ciencias. Pero no podría incluir el lenguaje especializado total, pues entonces se trasformaría en una enciclopedia.Para ello, como auxiliares, están los diccionarios especializados. El DRAE tiene como propósito incorporar las voces que ayuden al mayor número de personas a entenderse para interactuar de forma más efectiva.
Las voces especializadas básicamente sirven a grupos muy delimitados. Ahí es donde entran los autores y de mayor prestigio de la especialidad.
Ahora, normalmente cada ciencia recurre a la formulación de vocablos, acorde a las bases constructivas internacionales (casi siempre usando raíces y prefijos griegos, aunque en ocasiones echan mano de voces latinas y raramente de locales). La comunidad científica de la especialidad, al usar el nuevo término (neologismo), valida al vocablo.
Así contamos con un nuevo instrumento para comprender su materia.
He aquí la diferencia con voces populares que tampoco aparecen en el diccionario. Al igual que en la ciencia, se usa por un determinado grupo. Si funciona, su práctica le da validez.
Pero a diferencia del campo científico, que tiende a buscar masificar el conocimiento, el lenguaje propio de un grupo suele ser instrumento de identidad y, por tanto, es contrario a la masificación.
De ahí que no suela validarse socialmente y se recomiende académicamente evitarlos, para no caer en sectarismo.
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